Blog dedicado a la biografía breve de personajes destacados y curiosos de la provincia de Guadalajara, hasta el siglo XX, por Tomás Gismera Velasco.-correo: gismeraatienza@gmail.com

jueves, diciembre 01, 2011

ANTONIO DE SANCHA

MEMORIA DE DON ANTONIO DE SANCHA.
El impresor más conocido del siglo XVIII, fue natural de Torija


   A Cádiz, a tomar los aires y recomponer el cuerpo, que lo tenía algo gastado por los males y la edad, acudía don Antonio de Sancha y Viejo hace algo más de doscientos años, el 30 de noviembre de 1790 cuando le comenzaron los ahogos. Contaba con setenta años de edad que, para su tiempo, ya eran años.

   No sabemos qué tendrían los aires de Cádiz en aquellos tiempos a la hora de devolver la salud, salvo que quizá su bien estuviera en la salinidad de las aguas. Probablemente y de conocer que aquello sería su final don Antonio de Sancha hubiese elegido otros aires y aguas más cercanas a Madrid, Guadalajara o Torija, su localidad natal, que las tenía.

   Sí, en Torija, a la sombra de su hidalgo castillo nació aquel hombre que el tiempo se ha ido encargando de deslucir, o de arrinconar su memoria a nivel provincial, al tiempo que ha crecido en lo nacional. Puesto que se le recuerda, en el mundo del libro, como a uno de los más grandes impresores o editores que ha dado la tierra patria. Acostumbrados como estamos a hablar de escritores famosos olvidamos que en algunas ocasiones detrás del escritor se encuentran el editor o el impresor, y si de impresores hay que hablar, en tiempos en los que la imprenta no es ni mucho menos parecida a lo que hoy conocemos, los nombres que con mayor simpatía se pronuncian son los de Joaquín de Ibarra y Antonio de Sancha.


HISTORIA DE TORIJA (El libro, pulsando aquí)


   En la actualidad, si no se quiere, no hay que recurrir a la mano de hombres como en aquellos tiempos, pues todo lo hacen los ordenadores, desde la maquetación y elección de la letra, a la impresión, sea manual o bajo demanda con impresión láser, modalidad esta que crece día a día en beneficio del autor de la obra y perjuicio, puesto que cuando uno gana otro pierde, del librero o el editor. Cierto es que el autor obtiene en ello una mayor retribución económica a su trabajo al atajar el camino entre su obra y el lector, último eslabón de la cadena. El autor, que desde los tiempos de Maricastaña fue el personaje más maltratado de la historia del libro; en lo económico se entiende.

   Una fortuna hizo don Antonio de Sancha a cuenta de los muchos que imprimió, después de aprender junto a quien sería su cuñado, en el taller que aquel tenía en la calle de la Paz, frente al Correo. Antonio Sanz se llamó el cuñado, y Gertrudis la mujer de nuestro hombre.

   Contaba entonces don Antonio, cuando comenzó a abrirse camino en el mundo del libro en torno a los treinta años de edad; pues no se ponen de acuerdo los estudiosos de su obra, que los hay, en precisar el año exacto en que nuestro hombre comenzó a labrar su futuro por propia cuenta. Siendo conocido que nació en Torija el 11 de julio de 1720, como hijo de honrados campesinos de mediana fortuna, así se define a sus padres, Fabián de Sancha y María Viejo.

   Conocido es también que se trasladó a Madrid, con ánimo de labrarse un futuro mejor, a la sana edad de 19 años, esto es, en 1739; entrando a trabajar en el taller de quien más tarde se convertiría en su cuñado; donde conoció a quien sería su futura mujer y madre de sus hijos, la anteriormente citada Gertrudis Sanz, con quien contrajo matrimonio en la iglesia de la Santa Cruz el 3 de febrero de 1745 cuando aspiraba a dedicarse al comercio del libro, siendo algo así como un intermediario entre el autor, el editor y el lector final; lo que hoy conoceríamos, más o menos y para entendernos, como una especie de agente literario.



   El matrimonio con Gertrudis, natural de Cuéllar, abrió su posterior carrera en solitario, tras conocer las técnicas de impresión más modernas de la época, después de un viaje a París llevado a cabo diez años después, con el sano fin de adquirir mayor perfección y destreza en la encuadernación de libros en pasta, algo de lo que se cuenta estaba entonces España en ínfimo grado. El primer viaje lo llevó a cabo en 1755.

   Regresó, digo, con la lección muy bien aprendida, pues debía de ser entonces París el punto clave en aquello de la edición. Años después, en 1761, volvería nuevamente a la ciudad del Sena junto a su hijo Gabriel, a la sazón de 14 años de edad y quien a la larga sería su heredero, para que Gabriel aprendiese nuevas técnicas y regresara como alumno aventajado en un arte dominado en aquel tiempo por alemanes, ingleses y franceses, 23 años después de la partida.

   La librería e imprenta de Sancha, convertida con el pasar de los días en uno de los lugares más emblemáticos del Madrid de finales del siglo XVIII, fue recorriendo algunas de las calles más emblemáticas del centro de la ciudad; desde aquella calle o plazuela de la Paz, en donde laboró junto a su cuñado, hasta asentarse en la Plazuela del Ángel, y más tarde en la de Barrionuevo (actual calle de la Concepción Jerónima), de donde pasó a su definitivo emplazamiento en lo que fue Aduana Vieja, en la plaza de la Leña, junto a la calle de la Paz y a dos pasos de la plaza Mayor, la hoy conocida calle de la Bolsa.

   No llegó a tener imprenta propia hasta el año de 1770. Por lo que sus obras se imprimían en la de Joaquín de Ibarra, quizá el más acreditado del Madrid de entonces, y cuya fama alcanza a nuestros días. Imprenta que se situaba en la actual calle de Nuñez de Arce (antigua de la Gorguera), al lado de la plaza de Santa Ana, y frente a los balcones, casualidades del destino, de lo que fue la sede de los guadalajareños en Madrid, la ya prácticamente olvidada Casa de Guadalajara en la capital de España.

   Las artes de su imprenta las adquirió de otro impresor Gabriel Ramírez, cuando este dejó un oficio en el que estuvo trabajando por más de cincuenta años. Con las antiguas máquinas de la imprenta de Ramírez, compuesta de siete prensas, ya propia, imprimirá Sancha su primera obra, el tomo VI del Parnaso, en 1772; a partir de ahí el trabajo irá en aumento, al igual que las obras, convirtiéndose en seña de identidad para libreros y atores por la calidad de sus trabajos, hasta llegar a definirse su taller como la más rica y floreciente casa de imprenta y librería del reino. Tres o cuatro años después de iniciarse en el mundo de la imprenta, las siete prensas que adquirió de Ramírez habían aumentado hasta las diez y seis.

   Una casa que como nos recuerda una de sus mayores estudiosas, Matilde López Serrano, llegó a ser punto de reunión de lo más granado de la cultura de su época: Allí acudían casi diariamente, en gran tertulia, el conde de Aranda, Campomanes, don Vicente de los Ríos, Antonio Capmany, el calígrafo y paleógrafo Francisco Javier de Santiago Palomares, el médico Bernardes, los bibliotecarios Francisco Cerdá, Juan Antonio Pellicer y Miguel Casiri, el catedrático de griego de los Reales Estudios de San Isidro, Casimiro Flores Canseco, el poeta y dramaturgo Vicente García de la Huerta, Juan de Iriarte, Eugenio Llaguno, el Secretario Perpetuo de la Real Academia de la Historia, José Miguel de Flores, Juan López de Sedano, el abate Pedro Estala…

   Reunió en su taller, y en sus obras, a los mayores y mejores ilustradores de su tiempo, desde Mariano Maella a Luis Paret, a quien los hijos de Sancha, a modo de homenaje, encargaron un retrato gracias al cual conocemos su aspecto cuando rondaba los sesenta años de edad.

   Con uno de aquellos ilustradores que trabajaron para Sancha, Juan Moreno de Tejada, poeta además de grabador, emparentaría nuestro hombre al casar a su hijo Gabriel con la hija de aquel, Manuela, en 1785.

   Gabriel de Sancha, que fue quien a la larga se haría cargo de la imprenta a la muerte de nuestro hombre aquel 30 de noviembre de 1790 cuando marchaba camino de Cádiz en busca de reposo y encontró la muerte.



   Se encontraba viuda ya de Gertrudis Sanz, y probablemente porque la enfermedad le rondase, otorgó testamento el 30 de agosto de aquel año, dejando a Gabriel como continuador de su labor; y a sus hermanos, Manuel Gregorio (fallecido antes que su padre y a quien heredó su mujer, Francisca Cardín), Antonio Evaristo y María Francisca, la parte correspondiente de sus bienes; también mandó decirse, en la iglesia de la Santa Cruz, para después de su muerte, 500 misas rezadas en alivio de su alma, pagadas a tres reales cada una, según consta en el libro correspondiente (libro 15 de defunciones, folio 238), de aquella iglesia, donde se hace constar que recibió sepultura en la ciudad en la que le llegó la muerte, Cádiz.

   Dejó impresos varios centenares de títulos, y si por algunos se le recuerda es sin duda por los que firmase Miguel de Cervantes, desde su Quijote, a las Novelas Ejemplares, rescatando aquellas obras del olvido de los tiempos, entendiendo que, gracias a nuestro paisano, la obra del inmortal Cervantes se mantuvo viva. Como viva se mantiene su memoria siendo, al día de hoy sus obras, tesoro para los aficionados al arte del libro que, haberlos, haylos.

Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 30 de noviembre de 2018

 TORIJA. Una historia de Torija y su castillo, a través de sus textos

    Al final de estrecho y largo valle, por cuyo fondo asciende suavemente la carretera de Madrid a Zaragoza, sombreada por filas de altos olmos, aparece tras un recodo, asentada en el borde de la meseta alcarreña, la antiquísima villa de Torija, defendida al Norte por el foso natural de un barranco, mientras a saliente y Mediodía se extiende la paramera, de amplias perspectivas, cerrada a septentrión por la cordillera guadarrameña y sierra del Alto Rey.

EL LIBRO DE TORIJA, PULSANDO AQUÍ
 

   A pesar de su pobreza, el caserío, construido con blanca piedra caliza, es de aspecto grato por su vetusted y sobriedad; en el recuesto que mira al valle umbroso, donde los ruiseñores cantan ocultos entre las ramas, dos o tres torreones incompletos se sostienen como por milagro pregonando la solera del viejo pueblecito; a la izquierda alza gallarda al cielo su blanca y clásica silueta la cuadrada torre de la iglesia parroquial, mientras a la derecha atraen al viajero las poéticas ruinas de un castillo de muros agujereados, de desmochados cubos, y cuya torre del homenaje, hundida de alto a bajo, sin que reste de su robusta fábrica más de una mitad, ostenta todavía la afiligranada cornisa donde otrora alzaran al cielo las almenas su puntilla de piedra.

   Tuvo Torija en los siglos medios no escasa importancia estratégica, pues el estrecho y prolongado valle a cuya extremo está emplazada constituye el acceso natural a la meseta dela primera Alcarria, por donde discurría y sigue discurriendo el camino alto de Cómpluto a Cesaraugusta; de tal suerte que si el valle del Henares se había interceptado, solo podía pasarse a Aragón por Torija, a menos de dar un gran rodeo por el valle del Tajuña. Desde este punto de vista su situación es admirable, pues desde el borde de la meseta donde tiene su asiento, podía vigilarse y defenderse la angostura del valle profundo y de laderas abruptas prácticamente inaccesibles. Por tal motivo su posesión fue tenazmente ambicionada y defendida no solo en los siglos inquietos y guerreros anteriores a los Reyes Católicos, sino a principios del XIX, durante la invasión francesa, aunque ya entonces carecían de valor, gracias al desarrollo de las armas de fuego y a la táctica maniobrera de los ejércitos, las fortalezas casi inexpugnables en la Edad Media.

 Francisco Layna Serrano/ Descripción e historia del Castillo de Torija

 

 


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Índice General

 -I-

La tierra, la geografía y el entorno

Pág. 11

La Alcarria de Torija; El Partido de Brihuega; Demografía de Torija; Torija en los manuales: Los Diccionarios; El topónimo

 -II-

Un repaso por la historia

Pág. 27

 

-III-

Torija Siglo XIV

Los Infantes de Aragón

Pág. 35

Los Vizcondes de Torija. Torija del Marqués de Santillana

 -IV-

El Passo Honrosso de Torija

Pág. 53

 -V-

Torija en el siglo XVII y el XVIII

Pág. 63

Torija y el Catastro de Ensenada

 -VI-

Guerra por una Independencia

Pág. 81

El 2 de mayo; Las Guerras Carlistas

 -VII-

Torija en el siglo XIX

Pág. 97

Torija en los tiempos del cólera; Las fiestas del Carmen; Y las del Amparo; Las ferias de Torija

 -VIII-

En torno al castillo y su reconstrucción

Pág. 115

 -IX-

La Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción

Pág. 139

 -X-

El Impresor Antonio de Sancha

Pág. 151

 

Apéndices

Pág. 159

 

 

  • ASIN ‏ : ‎ B09ZLGJL6X
  • Editorial ‏ : ‎ Independently published
  • Idioma ‏ : ‎ Español
  • Tapa blanda ‏ : ‎ 179 páginas
  • ISBN-13 ‏ : ‎ 979-8820179181
  • Peso del producto ‏ : ‎ 331 g
  • Dimensiones ‏ : ‎ 15.24 x 1.14 x 22.86 cm
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