Blog dedicado a la biografía breve de personajes destacados y curiosos de la provincia de Guadalajara, hasta el siglo XX, por Tomás Gismera Velasco.-correo: gismeraatienza@gmail.com

sábado, marzo 16, 2024

JUAN RAMOS PAZOS, EL CAMPEÓN DE BALCONETE

 

 

EL CAMPEÓN DE BALCONETE

Juanito Ramos Pazos, de Balconete, llegó a ser Campeón Nacional de Cros, y a correr el de las Naciones en Londres y París

 

  No fueron muchas las ocasiones que, en los primeros años del siglo XX, saltó Balconete a las páginas de la prensa nacional; lo comenzaría a hacer en el cuarto decenio, principalmente después de que Juan Ramos Pazos, Juanito Ramos para el gran público, comenzase a destacar, a partir de los últimos años del decenio de 1920 e inicios del siguiente, como uno de los mejores corredores pedestres de España. Con anterioridad se habló de Balconete a raíz del triste y desgraciado suceso que acompañó la boda del Rey de España, don Alfonso XIII, con Doña María Victoria de Batemberg. En el brutal atentado que ensangrentó la jornada, a más de algunos vecinos de Guadalajara y su serranía, perdió también la vida un mozo de la población, Sebastián Sánchez Yélamos quien, como los soldados paisanos nuestros, se encontraba cumpliendo el servicio militar obligatorio en el Regimiento Wad Rás 50, que dejó para la historia unos cuantos de sus integrantes fallecidos. Pues sobre ellos cayó la dichosa bomba, con la mala suerte de que a ninguno de los muertos les tocaba estar allí. La desgracia, o la mala suerte, así lo escribieron. Les tocó.

      Sebastián Sánchez Yélamos no falleció, como sus compañeros, en el acto. Resultó herido de gravedad, mucha gravedad; tanta que, en lugar de dejarlo en el Hospital, lo trasladaron a su localidad de origen para que allí exhalase el último suspiro, y en Balconete falleció un mes después de la boda real, en los últimos días de junio de aquel desgraciado año de 1906.

   Balconete era, en este tiempo, uno más de los muchos pueblos de la provincia de Guadalajara y su Alcarria prácticamente olvidados del mundo, alejado de las principales carreteras y sin mayores medios de vida que la dedicación de sus gentes a la agricultura y la ganadería. Iniciándose en aquellos primeros decenios del siglo, a causa de ello, la gran emigración que concluiría en los años finales del siglo XX, cuando Balconete, con todas sus mejoras, había perdido lo principal de su capital: compuesto por la mayor parte de su población. Que, por supuesto, regresaría, como lo hace, año a año, para celebrar, como su fiesta mayor, la del Santísimo Cristo de la Agonía, cuya devoción e imagen se llevarían quienes partieron, prendida del corazón.

   Cierto, Balconete traspasó la frontera del tiempo por un dicho: “holgarás trotera, y no irás por brevas a Balconete”, y es que, cuenta la tradición, que por ellas fue hermosa mujer de pueblo vecino y…, el resulto es, sin duda, otra parte de la historia y de las muchas leyendas que se tejen a nuestra hermosa y venturada tierra.

 

 


 

 

 UN LIBRO PARA CONOCER BALCONETE, pulsando aquí

El libro de Balconete (Guadalajara), aquí




 

  

Nombres en la historia de Balconete

   Algunos nombres, dejó para la historia el alcarreño horizonte de Balconete, entre ellos el de don Nicolás Escudero y Martínez quien, aquí nacido en 1757, llevó a cabo, con indudable interés, estudios de Derecho en la Universidad de Alcalá y quien, tan sólo con 28 años de edad, sustituyó a sus profesores para ser él mismo catedrático en esa Universidad, explicando leyes, al tiempo que llegaría a ser prestigioso Abogado de los Reales Consejos.

   No menor fue la obra que desarrolló en el Escorial otro natural de la población, Fray Andrés de los Reyes, quien en el Real Monasterio se distinguiría como hombre versado en lenguas y, por supuesto, en archivos, pues la historia nos cuenta que fue nuestro hombre quien, en los primeros decenios del siglo XVII, los puso en orden, los archivos reales, siendo al tiempo su catalogador, del Archivo y de la Biblioteca, regida y ordenada en su día por otro de nuestros paisanos, Fray Bartolomé de Sigüenza.

   En Balconete fue maestro de primeras letras don Juan Pedro Elegido, cuyo apellido recorrió los cuatro confines del partido judicial de Brihuega, al que por entonces pertenecía. Don Juan Pedro se distinguió aquí como gran maestro, siendo padre de don Constantino, a su vez, Médico en Brihuega y quien sería padre de otro de los ilustres briocenses que dio el siglo, don Juan Elegido Millán, quien fue conocido como “El Profesor Max”, hombre de gran inteligencia, quien dedicó su vida al mundo del hipnotismo y el espectáculo. También fue, don Constantino, maestro en el arte de hacer sonar los tubos del órgano.

   También debiera figurar, entre los ilustres nombres de la población, doña Martina Sánchez quien, desde su molino de harinas ubicado en Irueste, trajo a Balconete la luz, prendiéndose por vez primera sus bujías, con el invento de la electricidad, el día de San Juan de 1913.

   Por supuesto, entre las figuras de este siglo no nos puede faltar Juan Ramos Pazos, o Juanito Ramos, como en su tiempo fue conocido.

 

 

 


 UN LIBRO PARA CONOCER BALCONETE, pulsando aquí

El libro de Balconete (Guadalajara), aquí



 

Juanito Ramos, el campeón de Balconete

   Poco más de diez años contaba Juanito Ramos cuando a Balconete llegó la electricidad; nació en la población en 1902, tiempos duros para muchos de los pueblos alcarreños, puesto que la mayoría de ellos ni con carretera contaban que los comunicase con sus vecinos.

   Por ello había que salir adelante con ingenio y espíritu de superación. Juan Ramos, indudablemente, gozó de ambas cosas, y desde temprana edad se dio cuenta que lo suyo estaba… en sus piernas. O mejor, en las zancadas que podían dar. En correr, de un lado a otro de la población, primero; y de España, después. En alguna ocasión lo contó, desde muy joven comenzó a destacar en eso de correr a través del campo, o de las calles, o de donde fuese: En el pueblo yo desafiaba a correr a todos los chicos, y siempre les ganaba… Solía contar, cuando los años se le echaron encima, y era ya una leyenda del deporte provincial.

   En aquellos años de la dura emigración, inicio de la década de 1920, tan gloriosa para algunos sectores y desdichada para muchas poblaciones, la familia Ramos, como tantas otras, tuvo que buscarse la vida en Madrid, ciudad que acogió a la inmensa mayoría de quienes en este tiempo dejaron sus pueblos para llegar Madrid a convertirse, como tantas veces hemos repetido, en el mayor pueblo de la provincia de Guadalajara.

   Aquí comenzó a destacar nuestro genio, en el mundo del deporte, gracias a su propia iniciativa, mediada esta década, dándose a conocer en las primeras carreras urbanas, sin ninguna profesionalidad, a partir de 1925. Cinco años después su nombre saltaba a las páginas de la prensa nacional, ya que en 1930 se convertía en Campeón de España de Cros; cuando el cros era apenas un entretenimiento, más que un deporte profesional. Por entonces su profesión oficial era la de guarnicionero, que compaginó con el atletismo, hasta que se dedicó por entero a llevar los nombres de Balconete y Guadalajara por los estrados de los triunfos. Con anterioridad a ser guarnicionero había estado empleado en Guadalajara, en la Hispano Suiza, desde donde saltó a Madrid.

   Y no fueron pocos los triunfos que dio al deporte nacional en aquellos años que mediaron entre 1930 y 1936, ya que también salió fuera de nuestras fronteras, para correr el Cros de las Naciones, en Londres, aquel año de sus grandes éxitos, el de 1930. Se tuvo que retirar, cuando iba en cabeza, sin llegar a concluir la carrera, a causa de un problema que le originó el cambio de alimentación. La comida inglesa, por aquel entonces, resulto indigesta para muchos deportistas.

   A pesar de ello, y tras algunos problemas con las autoridades deportivas, volvió a competir en España a partir de 1940, a ganar carreras y engrandecer su nombre y el de su localidad natal; hasta su definitivo retiro, cuando ya corría la década de 1970, en que comenzó el tiempo de los homenajes. Llegaron hasta su despedida del mundo, en una residencia de ancianos, en el mes de mayo de 1992. Gloria a nuestros campeones.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 15 de marzo de 2024

 

 

 

 

 


 UN LIBRO PARA CONOCER BALCONETE, pulsando aquí

El libro de Balconete (Guadalajara), aquí




sábado, marzo 02, 2024

JUAN BOLAÑOS AYUSO, Y SU FUNDACIÓN EN LUZÓN

 

LUZÓN Y LA FUNDACIÓN BOLAÑOS

Trató de dar estudios a los jóvenes del municipio, y hoy alberga un centro de cultura para el pueblo

 

   Nació, don Juan Bolaños Ayuso, en Luzón, en medio de la invasión francesa, dentro del seno de una familia acomodada, propietaria de numerosas tierras de labor en la comarca de Molina.

   Tas llevar a cabo en su pueblo sus primeros estudios, pasó al Seminario de Málaga para seguir la carrera eclesiástica continuando los pasos de su tío paterno, don Juan Bolaños Herranz, entonces canónigo, desde 1828, de la catedral de aquella ciudad, anteriormente fue párroco de la iglesia de San Pedro de Almazán. Del Semanario de Málaga salió clérigo Bolaños Ayuso, regresando a la provincia de Guadalajara en la década de 1830 para ocupar la parroquia de Mazarete, de la que pasó a la de Romanones, en donde se encontraba en 1842, y donde salió para ocupar idéntico ministerio en la provincia de Toledo, en Illescas, de donde partiría, en la década de 1850 hacía la capital del reino tras un breve paso por Cazorla (Jaén), y Valdemoro (Madrid), llegando a la capital donde, tras ocupar la parroquia de San Ginés pasó a la de San Millán, en donde ejerció desde los primeros años de la década de 1860 hasta su fallecimiento, en Madrid, el sábado 22 de enero de 1882, llegaría a ser predicador de la Reina Isabel II, y ser reclamado por la nobleza madrileña para sus actos litúrgicos, aumentando con ello su fama y, de alguna manera, su propio patrimonio, que emplearía, según su testamento, y tras dotar cumplidamente a sus familiares, en la famosa Fundación Bolaños, de Luzón, cuyos patronos, para desgracia de los luzoneros, nunca la pusieron en funcionamiento.

   El martes 24 de enero de aquel 1882 de su fallecimiento, tras celebrarse en la parroquia de San Millán los oficios de difuntos, su cuerpo salió en coche de caballos contratado al efecto, en dirección a Luzón, donde dispuso su última morada.

 


 Luzón, entre el Ducado y el Señorío; el libro de Luzón, pulsando aquí

Luzón, entre el Ducado y el Señorío

 

Juan Bolaños Ayuso, y su fundación

   Don Juan Bolaños Ayuso distribuyó sus bienes como mejor pudo y supo, a través de un cumplido testamento dictado dos años antes de su muerte ante el notario de Madrid don Fulgencio Fernández López, en el que, entre otras cosas, participaba que instituía una fundación, creando una capilla y dos escuelas, con viviendas para los maestros en el pueblo de Luzón, así como dos becas en el Seminario de San Bartolomé de Sigüenza.  Para llevar a cabo la obra propuesta dejaba parte de sus bienes, y nombraba albaceas, administradores-testamentarias encargados de cumplimentar la labor.

   Fue el arquitecto de las obras de la fundación don José Marañón Gómez-Acebo, quien, por delegación del resto de testamentarios, se ocupó principalmente, como se desprende de las informaciones posteriores de la prensa, de administrar la pequeña o gran fortuna del párroco de San Millán, hijo de Luzón. Don José Marañón, justo es decirlo, fue en su tiempo uno de los más prestigiosos arquitectos madrileños, autor de señaladas edificaciones como el Hospital Central de la Cruz Roja de Madrid, que en parte guarda cierta similitud con las obras llevadas a cabo en Luzón, así como, en la capital de la provincia, el palacio de la actual Diputación provincial.

   Lo curioso del caso de Luzón fue que, concluidas las obras de edificación, no llegó el momento de llevar a la práctica el deseo último del fundador, quien tal vez llevado de una excesiva confianza y buena voluntad, incluyó en el testamento una cláusula, mediante la que advertía que testamentarios y albaceas podían disponer de su capital, sin que nadie les pudiera pedir cuentas en ningún tiempo: En otra de las cláusulas y confiado el Sr. Bolaños en que su voluntad sería honradamente cumplida, hace constar que es su deseo que nadie podrá pedir cuentas a los Testamentarios y Patronos, y que si por circunstancias especiales, sucesos políticos, medidas financieras u otras causas los fondos y rentas de esta fundación fueren calificados como de Beneficencia o bienes del Estado como comprendidos en las Leyes desamortizadoras, quedan autorizados los Patronos para hacerlos suyos, negociarlos y enajenarlos, convirtiéndolos en otra clase de renta cuyos productos cubran las atenciones de la fundación.

 

 


 Luzón, entre el Ducado y el Señorío; el libro de Luzón, pulsando aquí

Luzón, entre el Ducado y el Señorío

 

   Lo que estaba sucediendo con la Fundación Bolaños de Luzón, fue denunciado públicamente por quien a la sazón desempeñaba el cargo de Auxiliar del Cuerpo de Estadística, Anselmo Sanz Serrano, quien llegaría a ser conocido autor de libros de referencia en Cuenca y Teruel, a la vez que cronista oficial de esta última ciudad. La denuncia ocupó durante varios meses las páginas de la prensa, dando cuenta de que lo deseado por Bolaños dio comienzo, pero no se encontraba momento de añadirle el punto final. Desapareciendo el caudal dejado para el bienestar de su pueblo.

   Como el escándalo fuese creciendo, al conocerse que habían sido enajenados los bienes que el sacerdote dejase en Madrid para poder costear con ellos, puestos a renta, los gastos de las escuelas, no tardaron en salir a dar explicaciones algunas de las personas involucradas en el asunto, culpándose unos a otros de la desidia con la que se había obrado; mientras, los edificios de la Fundación, veinte años después de darse por conclusas las obras, comenzaban a notar el paso del tiempo, degradándose sin que al parecer nadie se fijase en ellos. Incluso en algún momento comenzaron a ser desmantelados, poniéndose en venta algunas partes, como lo fueron las puertas de acceso, como se denunciaba el 23 de julio de 1911. Lo conocido hasta el momento es que habían desaparecido de las arcas de la testamentaría del Sr. Bolaños, en número redondos, noventa mil duros de aquellos tiempos, o lo que era lo mismo, cuatrocientas cincuenta mil pesetas, que suponían una auténtica fortuna en la España de 1911. Se conoció que el arquitecto Sr. Marañón fue el vendedor de los pisos que Bolaños dejó en Madrid para sustentar la fundación, persona a la que para aquel tiempo no se la podían pedir cuentas, puesto que había fallecido.

   Dos años después de la primera denuncia, en 1913, todavía se buscaba algún tipo de respuesta a lo realmente sucedido, mientras que escuelas y capilla continuaban degradándose por falta de uso.

   Tuvieron que pasar nuevos años de silencio antes de conocerse que los Tribunales comenzaban a investigar el caso. Sin embargo, y aunque se decía que la mayoría de los herederos por parte de la familia estaban conformes con la actuación de los patronos, ya fallecidos, uno de ellos, al parecer, ponía el asunto en manos de los juzgados a través del abogado guadalajareño don Miguel Solano: La acción se dirigirá contra los Patronos, que son el Obispo de Sigüenza, el Párroco de la iglesia de San Pedro de dicha ciudad, y los herederos del arquitecto Sr. Marañón, quien fue el encargado de construir las escuelas y al que el Patronato autorizó para enajenar los bienes, entre los que se encontraban dos magníficas casas situadas en Madrid…

   A las actuaciones que se llevan a cabo en 1917, a más de cuarenta años del fallecimiento de don Juan Bolaños, los herederos del arquitecto respondieron que, según una cláusula del testamento, no están obligados a dar cuentas…

   Años después, en 1923, perdida toda esperanza de que la justicia actuase, la casa de la fundación era cuartel de la Guardia civil.

   Fue lo último públicamente conocido, hasta la llegada del siglo XXI en el que, tras numerosas gestiones y la ruina de las instalaciones, los edificios de la antigua Fundación de don Juan Bolaños Ayuso, que nunca llegó a desempeñar la función que su promotor ideó, fueron recuperados para inaugurarse en ellos, tras la adecuación y restauración consiguiente, el Museo de las Escuelas de Luzón, con diferentes espacios para la historia, el costumbrismo y los personajes de la villa. Un Museo, como tantos, abierto a la visita cordial.

 

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 1 de marzo de 2024

 

 Más sobre Luzón:

FELIPE BLANCO, EL MÚSICO DE LUZÓN

 MEMORIA RENOVADA DE FRANCISCO LAYNA SERRANO

TIEMPO DE CUERNOS, DIABLOS Y CENCERROS


 

 

 

 


 Luzón, entre el Ducado y el Señorío; el libro de Luzón, pulsando aquí

Luzón, entre el Ducado y el Señorío

 

 

viernes, febrero 16, 2024

ANTONIO PAREJA SERRADA, CIEN AÑOS DESPUÉS

 

 

ANTONIO PAREJA SERRADA, CIEN AÑOS DESPUÉS

Cronista provincial, dedicó su vida a la historia y a la promoción de su localidad natal: Brihuega

 

 

   Si hubo un escritor e historiador que en los primeros años del siglo XX traspasó las fronteras provinciales, y nacionales, dando a conocer al mundo las glorias de la provincia, no fue otro que don Antonio Pareja Serrada, un hombre cuyo tesón no conoció límites; quien dedicó la práctica totalidad de su existencia a la escritura, al estudio y promoción de la provincia de Guadalajara y con ella Brihuega, desde poco después de que en la Villa hidalga naciese en 1842, hasta que rindió cuentas a la existencia, en Madrid, en 1924. Poco más de ochenta años dedicados, en su mayor parte… a contar historias.

   Afortunadamente, cosa que no suele suceder en tantos otros casos, lo hizo con el aplauso de sus paisanos. De los paisanos de una tierra que, demasiado adusta en tantas ocasiones, solía poner trabas a quienes destacaron por su propio esfuerzo, en el caso de que no gozasen del pedigrí necesario en orígenes y apellidos lustrosos. Brihuega, y con Brihuega Guadalajara, le reconocieron en vida la labor que llevó a cabo, y eso, de por sí, engrandece a la provincia, y a su localidad natal.

 


 

 Todo sobre Brihuega, en un clic. Pulsando aquí

 BRIHUEGA, CRÓNICAS DE UN SIGLO (pulsando aquí)

Brihuega en los tiempos del cólera

La razón de un Centenario

Brihuega, Monumento Nacional

 

La labor de un hombre sabio

   Se debatía España, y con el reino la provincia de Guadalajara, en aquellos años que nos acercaban a la mitad del siglo XIX, cuando don Antonio nació, entre el final de una guerra, la primera carlista, y el comienzo de unos tiempos que para nada habían de ser calmos en nuestra geografía cercana. Aquel decenio lo fue de intrigas palaciegas que desembocarían en unos cuantos intentos de asaltos al poder y, por supuesto, en una segunda guerra civil que concluyó como la primera, en tablas, por lo que tendría que llegar la tercera, el desempate. Con esta, siguiendo el dicho, llegó la vencida. Tras la proclamación como Rey de las Españas de don Alfonso XII de Borbón concluyeron las revueltas, aunque continuasen las intrigas.

   Fue por aquellos años cuando Pareja Serrada comenzó su andadura literaria, en los últimos años de la década de 1860 y los primeros de la siguiente, después de concluir sus estudios de Filosofía y Letras e iniciarse en el mundo de la docencia. En aquella década de 1870, en 1876, ya se dio a conocer a la provincia en la Exposición Provincial del Palacio del Infantado con algunos estudios en torno a Brihuega que le hicieron acreedor a un diploma oficial por parte del Gobierno civil. Por entonces escribía lo que se llamó “cuadros morales para la lectura en las escuelas”, o libros de enseñanza para los niños, reuniendo sus artículos en un libro que tituló “Las virtudes, remedios contra los vicios”, que dio a la imprenta en 1881. A este primero seguiría su más que famoso: “Influencia de la mujer en la regeneración social”, en el que hablaba de la importancia de la mujer en todos los ámbitos de la vida. Se iniciaba, al tiempo, como articulista de profunda raíz, dando a la prensa nacional numerosos trabajos; estrenándose en el diario El Debate, con el inicio del año 1882, a poco de que el periódico viese la luz.

   En el verano de 1883 veía la luz su primer folletín, por entregas a la moda de los tiempos, “El Faro”, cuyos episodios aparecerán, día a día, en las mismas páginas de El Debate que publicaban sus artículos de historia o costumbres. Tras ello, y bajo su dirección, verá la luz la primera publicación periódica de la que tomaría parte, el “Boletín de Faros”. A esta primera cabecera seguirían otras, como “El Partido Nacional”, destinado a la creación de un nuevo partido de gobierno, agrupando los elementos independientes de las clases productoras, sin más dogma político que la buena administración de los intereses nacionales. Prodigándose su firma en grandes cabeceras nacionales, como la “Ilustración Ibérica”, “La Justicia”, “El Mundo Naval Ilustrado”, “La Correspondencia Militar”, “España”, “El Día”, “Gente Vieja”, “El Liberal”, “Nuevo Mundo”, y un largo etcétera. Por supuesto, también en la prensa provincial de su tiempo.

 

Un gran contador de historias

   Sin duda, uno de sus mayores logros sería la edición quincenal en Brihuega de su propia revista histórica y de información que, de alguna manera, continuaba el camino que ya iniciase en Jadraque la revista Alcarria Ilustrada fundada por Eduardo Contreras, quien al trasladarse a Brihuega sería uno de los ejes fundacionales del Briocense junto con los también entusiasta brihuegos Máximo de Arredondo y Ramón Casas.

   Para entonces Pareja Serrada ya era más que popular en la prensa, puesto que sus artículos históricos aparecían en las principales revistas nacionales; mientras que se dedicó, a través del Briocense, cuyo primer número vería la luz el veinte de septiembre de 1904, a contar historias cercanas; historias que tenían que ver con la provincia y gentes principalmente de Brihuega, desempolvando antiguas leyendas y auténticos sucesos vividos prácticamente en primera persona; su colección de relatos se publicarán bajo el título de “Leyendas y tradiciones alcarreñas”; dando a la luz de la imprenta decenas de historias más. Al tiempo, sirvió el Briocense para comenzar a preparar un gran trabajo. La conmemoración del segundo centenario de la Batalla de Villaviciosa, que reuniría en Brihuega a gran número de representantes, provinciales y nacionales. Trabajos que se materializarían en una de sus obras más celebradas: “La razón de un centenario”, que vería la luz en 1911, y en el que desentrañará todo lo sucedido en el antes y después de la batalla que asentaría la corona real sobre la sien de Felipe V.

   Para entonces El Briocense había dejado de publicarse, su último número vería la luz el 30 de diciembre de 1907.

 

 

BRIHUEGA, CRÓNICAS DE UN SIGLO (pulsando aquí)

Brihuega en los tiempos del cólera

La razón de un Centenario

Brihuega, Monumento Nacional

 

Segundo cronista provincial

   Será precisamente ese año de 1911 cuando, a la muerte de quien fuese primer cronista de la provincia de Guadalajara, don Juan-Catalina García López, Pareja Serrada será nombrado, en el mes de enero, para ocupar tan noble cargo, iniciándose para nuestro hombre un nuevo tiempo en el que, sin dejar de lado sus trabajos académicos y periodísticos, dará a la imprenta algunos de los grandes trabajos en torno a la investigación e historia patrias, figurando a la cabeza de todos su “Diplomática Arriacense” (1921); o su no menos monumental: “Brihuega y su partido” (1916).

   No dejaría de lado su militancia alcarreñista en Madrid, siendo uno de los fundadores del Centro Alcarreño en la capital de España, precursor de las casas regionales de Guadalajara en Madrid, que abrió sus puertas en 1903, y en cuyas juntas directivas formaría Pareja Serrada como Vicepresidente y Bibliotecario durante varios años; en donde, además, impartirá clases, o nociones, de Historia.

   Sin duda, será uno de los grandes conocedores del periodo que marcó una parte importante del siglo XIX, el reinado de Fernando VII y la Guerra de la Independencia, así como la primera Guerra Carlista habida entre 1833 y 1839; y, por supuesto, la Guerra de Sucesión, sin dejar atrás la época medieval, que reflejó en sus escritos a modo de cuentos o relatos cortos que dieron la vuelta a España a través de la prensa. No dejó atrás la novela, los libros de viajes, algunos escritos bajo el seudónimo de Abou Djebel; o las indagaciones planetarias.

   En 1913 sumaría, a sus ya numerosas condecoraciones, la medalla de la Orden del Mérito Militar, concedida por el Ministerio de la Guerra; igualmente, fue nombrado Académico correspondiente de la Real de Bellas Artes de Toledo.

   Visitó Guadalajara y Brihuega por última vez en los primeros días del mes de agosto de 1924, con motivo del gran homenaje que la villa y provincia le tributaron. Un mes después, el 4 de septiembre, pasaba a ser historia viva, a través de su obra, de una provincia que nunca dejará de admirarle. Cien años hará de su partida en unos meses. Cien años, y una labor, que no conviene olvidar.

  

  

 Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 16 de febrero de 2024

 

 

BRIHUEGA, CRÓNICAS DE UN SIGLO (pulsando aquí)

Brihuega en los tiempos del cólera

La razón de un Centenario

Brihuega, Monumento Nacional

viernes, febrero 09, 2024

ANA HERNANDO, LA HOSPITALERA DE ATIENZA

 

LA HOSPITALERA DE ATIENZA

Ana Hernando, natural de Atienza, legó sus bienes para levantar un hospital

 

     Cuando doña Ana Hernando vio la luz del mundo, Atienza era una de las principales poblaciones de la hoy provincia de Guadalajara, tanto que incluso contaba con, al menos, dos hospitales de cierta entidad, San Julián y San Antón. El Hospital de San Julián dependía del Concejo, mientras que el de San Antón estaba regido por la congregación de frailes del mismo nombre. Alzándose el de San Julián junto a uno de los portillos de la muralla, el de Palacio, en los arrabales de San Gil; San Antón extramuros de la villa, junto al antiguo barrio de San Salvador.

   Todavía, en nuestros días, se mantiene el edificio del que fue antiguo hospital de San Julián con la misma estructura con la que lo dejó el siglo XVII; mientras que el de San Antón terminó por desaparecer. Sobre su solar se alzó, en 1930, el primer juego de pelota, o frontón, que conoció la villa de Atienza, que al igual que los pueblos del entorno tuvo gran afición a un juego que fue popular desde los siglos XV o XVI, hasta no hace demasiados años.

   Por supuesto que aquellos hospitales no son como los que hoy conocemos. El de San Julián atendía, mayoritariamente, a transeúntes. En el de San Antón todavía se practicaba algún tipo de medicina. La historia nos dice que trataban mayoritariamente lo que se llamó “fuego de San Antón”, una especie de erupciones provocadas por el cornezuelo del cereal. E incluso se llegaron a hacer algunas operaciones, si a la amputación de miembros podemos llamarla de aquella manera. 


HISTORIA DE LA VILLA DE ATIENZA (Pulsando aquí)

El libro de la Historia de Atienza (aquí)

 

 

 Ana Hernando

   Ana Hernando nació en Atienza, en el seno de una de las tantas casas nobiliarias que poblaban la villa de aquel tiempo, en torno a 1680, trasladándose con el conjunto de su familia a Madrid, donde casó con el caballero Manuel Morán de Mena.

   En Madrid falleció, ejerciendo el cargo de cerera de la casa real, el 15 de octubre de 1745, tras otorgar testamento en la Corte el 13 de marzo anterior, al tiempo que otorgaba poderes a don Manuel López de Aguirre, cura a la sazón de la parroquia de los Santos Justo y Pastor y a don Baltasar de Elgueta y Vigil, quien ostentaba entre otros cargos, el de intendente de la fábrica del Palacio Real, natural de Atienza, para que a su vez y siendo conocedores de sus propósitos, testaran en nombre de ella y de su hijo Manuel, de la que era su tutora por ser el hijo incapaz, debido a sus deficiencias. Los albaceas, tres años después de su muerte, comenzaron a dar forma a las cláusulas de dicho testamento, en principio complejo, que fue poco a poco hilvanándose.

   Al fallecimiento del hijo, amortajado con el hábito franciscano, se celebrarían 2.000 misas en sufragio de su alma, las de sus padres y abuelos; el resto del quinto de los bienes que quedaren, una vez pagados funeral, misas y sufragios, se dejarían para capital cuya renta sirviese para dotar huérfanas y costear estudios a parientes; tradicional en la época, entre gente de posibles.

   Inventariados y tasados los restantes bienes de Manuel Morán Hernando, descontado el quinto se harían tres partes, una para sus parientes en grado más cercano; otra para los parientes vivos por parte de sus padres hasta el cuarto grado, y la tercera tendría que destinarse para construir en Atienza un nuevo hospital.

   La mitad de esa tercera parte la heredaría el hospital que se construyese en la villa, en esta ocasión para curación de enfermos, poniéndose el capital en renta o empleándolo en fincas productivas, siendo recibidos en él, en primer lugar, los enfermos parientes pobres de la testadora o de su hijo; cumplida esta cláusula, cualquier enfermo de Atienza o pueblos vecinos; invirtiéndose en la construcción 80.000 maravedíes. El hospital tendría trece alcobas, seis de ellas para enfermos varones, cuatro para mujeres y las restantes para sacerdotes.

   Igualmente, el edificio había de contar con habitación para el capellán; un cuarto para el hospitalero: una cámara suficiente para guardar, tender y cuidar la ropa; cocina y todo aquello que permitiese el terreno, junto a una capilla donde se pudiera oficiar la misa y donde serían enterrados los enfermos que en el hospital falleciesen. Dependería de la iglesia de La Trinidad, siendo su párroco el encargado de nombrar capellán, con una asignación de 800 ducados anuales. También sería, el cura de La Trinidad, visitador y encargado de la admisión de enfermos, sin dar opción a los patronos de oponerse a sus decisiones. En dicho hospital, para el que dejaba unas casas junto al arquillo de Palacio, perteneciente a la parroquia de la que había de depender, no serían admitidos enfermos de tisis o crónicos.

   El patronato de todas sus fundaciones estaría compuesto por dicho párroco de La Trinidad, el Abad del Cabildo de Clérigos, el Padre Guardián del convento de San Francisco, uno de los regidores municipales empezando por el decano -para renovarse cada año-, y el pariente más cercano de Ana Hernando, percibiendo cada uno de ellos 200 reales de vellón al año y otros 200 el Guardián de San Francisco en concepto de limosna.

 

 

 

HISTORIA DE LA VILLA DE ATIENZA (Pulsando aquí)

El libro de la Historia de Atienza (aquí)


 

El nuevo Hospital de Santa Ana

   Los patronos, usando las facultades que les concedía el testamento, acordaron edificar dicho hospital en una explanada a la entrada de la villa, junto al lugar en el que se alzaba la picota o rollo, por cuyo motivo fue denominado coloquialmente como casa nueva del royo. Las obras para la construcción comenzaron inmediatamente, y con arreglo a un proyecto bastante más amplio que el permitido por el pequeño capital destinado para construir el primitivo, aquellos 80.000 maravedíes –al parecer- daban poco de sí en el siglo XVIII, y el nuevo edificio costó unos cientos de miles. Se levantó en planta cuadrilátera, con dos pisos, patio central con galerías superpuestas formadas cada una por seis arcos y a las que rodeaban por tres de sus lados las estancias para los enfermos, más otras dependencias, mientras que el cuarto lado lo ocupaba la capilla, con cúpula de media naranja.

   Las obras se supone que debieron comenzar en torno a 1749. Hacía 1751 se techó el edificio, y en 1753, se colocó el Sagrario de la capilla. Comenzó su funcionamiento en 1766, cuando en él se refundieron algunos de los otros hospitales con los que contaba Atienza.

   En el libro de cuentas del hospital constaba una relación de los bienes que poseía el año 1770 para atender a su sostenimiento; se trataba de dinero dado a censo en numerosos pueblos del entorno, como Gascueña de Bornoba, Miedes, Riofrío, La Bodera, Hijes, Atienza, Imón, Riba de Santiuste, Albendiego, La Miñosa, etc., por un total de varias decenas de miles de reales. Al suprimirse antes de acabar el siglo XVIII el hospital de San Antón, fue acordado trasladar el servicio de cirugía existente en aquel, al nuevo hospital de Santa Ana.

   Aquel hospital que idease doña Ana Hernando para la villa de Atienza, y que merced a sus patronos se edificó con mayores aires, fue un edificio significativo, tanto por el servicio que ofreció a la población, como por su permanencia en el tiempo, ya que estuvo abierto hasta mediada la década de los años sesenta del siglo pasado, convertido en fundación docente, patrocinada por los hermanos Pascual Ruilópez, Bruno y Francisca, para la enseñanza de los niños de Atienza.

   Para la capilla del Hospital se ideó, y a ella lo trajo el testamentario de doña Ana, el atencino Baltasar de Elgueta, el Cristo del Perdón de Salvador Carmona, y sobre su fachada si situó el medallón, del mismo taller, que muestra a Santa Ana aleccionando a la Virgen. Fue, sin duda, un pilar más de la reciente historia de Atienza que el tiempo se encargó de mandar al olvido.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 9 de febrero de 2024

 

 





sábado, febrero 03, 2024

JOSÉ RAMÓN LÓPEZ DE LOS MOZOS

 

RECORDANDO A LÓPEZ DE LOS MOZOS, A LAS PUERTAS DEL CARNAVAL

José Ramón López de los Mozos, lo estudió del derecho y del envés

 

   El 16 de febrero de 2004, tras los saludos de rigor, don José Ramón López de los Mozos abrió la terna de tres conferencias que daban paso a la celebración del Carnaval de la ciudad, patrocinado por el Excmo. Ayuntamiento de Guadalajara, con palabras de las que se hizo eco el auditorio:   Llegan estas fechas y con ellas llega el tiempo de las confusiones, de los cambios y alteraciones de lo que normalmente consideramos como normal…

   Y continuó su charla, no demasiado extensa, hablando de todos esos cambios que por estos días se producen. Al término de ella, cuantos la escucharon concluyeron que, a la par que sorprendente, fue una de las mejores y más doctas intervenciones que ofreció el Sr. López de los Mozos a lo largo de su dilatada carrera en busca de plasmar, estudiar o investigar las tradiciones populares de la provincia en que nació. En este caso hablaba de carnaval, pero pudo ser de cualquier otra manifestación festiva.

 

El recuerdo al erudito etnógrafo

   Vino al mundo en la capital, un premonitorio día de San Blas, a las puertas del carnaval de 1951; hijo de don José López de los Mozos Chacón y de doña Margarita Jiménez Descalzo, encaminando sus estudios hacía la docencia, concluyéndolos como Profesor de enseñanza primaria; dedicación a la que no se entregó por mucho tiempo, pues hechas las prácticas, y dadas algunas clases por pueblecitos de la Alcarria, optó por incorporarse al funcionariado dentro de la Diputación provincial de Guadalajara en los primeros años de la década de 1970, al tiempo que comenzaba a introducirse en la vida cultural de la ciudad. En el mes de octubre de 1972 era elegido Secretario del Club Alcarreño de Montaña. Tomando parte, en este mismo tiempo, en el homenaje que se llevó a cabo en numerosos pueblos alcarreños al autor del “Viaje a la Alcarria”, Camilo José Cela.

   También hizo por entonces sus pinitos poéticos, declamando sus primeros versos en Sigüenza cuando comenzaba su andadura el año 1973; se significaba como coleccionista de libros de etnografía e incluso trató de llevar a cabo algunos ensayos políticos al presentarse a concejal por el Ayuntamiento de Guadalajara. También comenzaba a colaborar en periódicos provinciales, y en el nacional Pueblo, sección Guadalajara, dando cuenta de lo que por aquí sucedía. Hasta incorporarse, en la primavera de 1975 al entonces periódico provincial Flores y Abejas, con el que colaboraría por espacio de más de treinta años, con artículos, principalmente, relacionados con el costumbrismo y la historia provincial, sin dejar de lado las crónicas del acontecer diario.

   Complicado señalar de dónde le surgió la vena etnográfica o etnológica; la afición al coleccionismo de detalles pintorescos en torno al costumbrismo festivo o tradicional de la provincia de Guadalajara, que se rindió a sus conocimientos, hasta tenerlo, andado el tiempo, como un referente en este campo; o al seguimiento de las tradiciones, de las costumbres o las leyendas de una provincia adormecida en cuanto a ciertos asuntos y que, en esta década de 1970, comenzó a despertar a las tradiciones populares, rescatando hábitos o costumbres que dormitaban en el baúl de los recuerdos, en lo más recóndito de los desvanes de nuestros pueblos. Ya le venía quitando las telarañas de esos sueños un hombre de estos pagos, con el que López de los Mozos intimó y a quien consideró su maestro en el arte de recuperar tradiciones, aunque fuese para dejar testimonio escrito de lo que fueron, Sinforiano García Sanz, entendido y sabio, en algunos de estos quehaceres.

 

Un alumno aplicado

   Mucho del conocimiento que más tarde entregaría López de los Mozos a la provincia, llegaría sin duda de la sabia ciencia de García Sanz cuando, inteligente nuestro genio de Robledillo, población natal de don Sinforiano, y conociendo este la cara oculta de la política, cuando el alumno fue a convencer al maestro para que pusiese su biblioteca etnográfica a disposición de los alcarreños, se ofreció a ello, pero a cambio de… López de los Mozos fue el encargado de purgar y catalogar los libros de García Sanz, y aquí surgió otra historia, otra aventura, puede que otra pasión. Desde entonces, López de los Mozos se convirtió en una enseña de Guadalajara, queriendo hacer más destacable y grande una ciencia que hasta los últimos decenios del siglo XX había permanecido escondida entre las páginas de los libros de historia: la etnografía, las fiestas y costumbres; el vestuario tradicional, los sonidos, las botargas, los mayos, los dichos… Todo lo que no eran cuadros, murallas, iglesias o castillos. Costumbrismos y tradiciones que formaban parte de la historia; de la vida de nuestras gentes, que también gustaron de la diversión en todas sus facetas.

   Su conocimiento, y descubrimientos, los dio a conocer a través de todos los medios de prensa provinciales: diarios, semanarios o revistas mensuales o anuales con los que colaboró, dirigió o fundó; desde el mencionado semanario Flores y Abejas, en el que inició sus pasos, a la “Prensa Alcarreña”; desde las revistas de Etnología de Guadalajara, a la no menos mítica Wad-al-Hayara; Anales Seguntinos, o la más que popular Revista de Folklore que, desde Ureña, en Valladolid, recorre el mundo; y en la que vieron la luz algunos de los más sazonados trabajos de nuestro hombre. Sin que faltase este Nueva Alcarria, que fue parte de su vida, hasta el fin de sus días.

   Descubrió y estudió las botargas de la provincia; los libros históricos de la provincia; las fiestas; la época oscura en la que los franceses ocuparon esta tierra que, encabezada por Juan Martín el Empecinado, se alzó contra ellos; la fotografía; las leyendas, las estelas discoidales, los despoblados, la toponimia provincial, la muletería de Maranchón, villa de la que fue Cronista oficial; las cofradías de la ciudad y provincia… A todo dedicó una parte de su tiempo. Llegando a contar con un inmenso cajón bibliográfico en el que entraron todas las notas posibles e imposibles sobre la cultura popular de los pueblos de Guadalajara.

 

 


 

 

El Carnaval provincial

   Y también al Carnaval dedicó su tiempo; por ello, al llegar estos días, el pensamiento se va a sus investigaciones, ya que fue uno de los pioneros en la provincia de Guadalajara en estudiar y plasmar en prensa y libro escrito, las fiestas que, con sus excesos y con sus ruidos, preludian los silencios que están por llegar. Quizá por ello, quienes lo escucharon aquella tarde juzgaron que la conferencia sobre el Carnaval que dictó en el mes de febrero de 2004, fue una de sus mejores intervenciones en este campo. El público salió convencido, y complacido, de que nadie como él conocía sus ritos. En su intervención habló de botargas, de vaquillas, de vaquillones, de zorras y zorramangos, de diablos y mascaritas, de alcaldes de mozos y alcaldes de quintos, de testamentos de ahorcados en efigie y de cartas burlescas, de blasillos y de aguedillas, de gallos y de cabros, de inocentes y de inocentadas, de casados y casadillos…; todo confundido, todo en unidad, todo enmascarado, con su cachiporra y sus chaquetones arlequinados, a lo botarga… ¡la larga!

   Y, al fin, tras treinta minutos de mantener al auditorio expectante, concluyó con su definición de lo que son estos días, que invitan al conocimiento o redescubrimiento de su obra, a fin de entender los que vienen: … el Carnaval significa la inversión y la escapatoria. Por eso se ríe de él mismo y de todos nosotros, partícipes envilecidos, y nosotros, a su vez, nos reímos de él, que somos nosotros mismos, nuestra forma de ser, nuestro espejo, nuestro sueño querido o denostado…, pero humano y nuestro al fin…

   Por estos días al público, su público, a sus botargas, vaquillas, diablos y vaquillones, tan sólo les queda la opción de colocarse la careta, y cencerrear en su honor.

 

Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 2 de febrero de 2024

 

 

 


 BOTARGAS Y ENMASCARADOS DE GUADALAJARA (Pulsando aquí)

 

 

 

sábado, enero 27, 2024

MARÍA CALDERÓN, LA CALDERONA

 

LA CALDERONA EN VALFERMOSO

María Calderón, madre de don Juan de Austria, que fue abadesa del Monasterio

     Tiene el Monasterio de Valfermoso un aire que recuerda las antiguas abadías de los siglos XIV o XV, cuando la vida transcurría con la calma y sosiego que faltan en nuestros tiempos; cuando ni se precisaba reloj para controlar el tiempo, ni teléfono en el bolsillo que nos tuviese en permanente comunicación con un mundo que, a veces, de tanto abarcar, se sale de la mano.

   Fueron tiempos, en los que se levantó el convento, o monasterio de Valfermoso, en los que por encima del tiempo y de ciertos avances de las sociedades respectivas, primaba el estar a bien consigo mismo y, en su caso, con quien se consideraba hacedor del universo, por tanto, de la vida.

 


 El libro de Valfermoso de las Monjas pulsando aquí

Más sobre Valfermoso, pulsando aquí

 

 

El Monasterio de Valfermoso

   Quien fuera primer cronista provincial, e historiador de renombre, don Juan-Catalina García López, fue de los primeros en escribir en torno a esta fundación, debida a dos personajes de la Atienza medieval, don Juan Pascasio y su mujer, doña Flamba, quienes para tal fin adquirieron una parte importante de tierras en el valle del Badiel, cuando el siglo XII estaba a punto de dar sus últimos coletazos, pues sucedía en la década de 1180. La compra tenía por objeto levantar en aquellas tierras un monasterio dedicado a San Juan Bautista, acogido a la regla de San Benito, lo que llevaron a cabo en torno a los años 1185-86, tras obtener las licencias correspondientes, y bendiciones episcopales.

   Se trataba de un monasterio de monjas que poblaron con mujeres de la orden que llegaron desde Francia, principalmente, a las que más tarde se unirían algunas damas españolas, pues es de imaginar que las primeras pobladoras pertenecían a la nobleza rural, como lo hicieron sus fundadores. Los viejos documentos hablan de que la primera abadesa fue doña Nobila de Perigord, a quien, desde aquella región francesa, acompañó doña Guiralda.

   El pueblo, de Valfermoso, surgiría junto al monasterio, siendo sus vecinos colonos llevados allí por los fundadores a fin de que trabajasen las tierras de las monjitas, y que estas tierras pudiesen rendir las rentas correspondientes con las que mantener la institución. Con el tiempo ingresaron tras los muros conventuales algunas de las mujeres de la familia de don Pascasio y doña Flamba, a quienes se tiene por fallecidos tras sus muros, y entre ellos enterrados.

   No sólo de las tierras que puso en manos de las monjitas don Pascasio vivieron en el monasterio, pues tiempo adelante los reyes lo dotaron con otras posesiones en la mayoría de las poblaciones del entorno, en Utande, Ledanca, Miralrío, Bujalaro o Matillas, haciendo que, con sus rentas, viviesen nuestras damas en paz y gloria de Dios.

   Tampoco faltaron las donaciones de los poderosos Mendoza, dueños de vidas y haciendas por esta parte de la provincia, con lo que llegó nuestro afamado monasterio, con sus grandezas y fama, hasta los tiempos en los que en España tocó reinar a don Felipe IV, a quien algunos pusieron el sobrenombre de “Rey Planeta”, o el “Grande”; que sin duda lo fue, más que por su personalidad, por haber reinado sobre una gran parte del orbe, puesto que heredó de su abuelo el imperio en el que nunca se ponía el sol. El reinado de don Felipe es uno de los más largos que se recuerdan, pues duró 44 años y 170 días, siendo el mayor de la Casa de Austria y el tercero de la monarquía española.

   Tantos años le dieron tiempo para contraer dos matrimonios, con la francesa Isabel de Borbón, hija de Enrique IV de Francia, el primero; del que tendrían nueve descendientes. El segundo lo llevaría a casarse con su sobrina, Mariana de Austria, del que nacerían seis vástagos más.

   Claro está que, al margen de los hijos habidos en sus matrimonios, otros muchos le nacieron, cuenta la historia, fuera del vínculo sagrado. Sin que se ponga de acuerdo a la hora de contarlos, pues unas veces salen nones y otras pares, y, entre pares y nones, la cifra se queda en treinta, que ya son bocas que alimentar. De ellos tan sólo reconoció a dos.

 

 


El libro de Valfermoso de las Monjas pulsando aquí

Más sobre Valfermoso, pulsando aquí

 

 

La Calderona, y su hijo

   María Inés Calderón, a quien la historia ha puesto el apelativo de La Calderona, fue hija y hermana de comediantes; mala gente, y de pecado, entonces, para la alta sociedad, a pesar de que las empleasen para su divertimiento.

   Y al Rey Planeta le gustó el teatro, y le gustaron las comediantas, y cuentan que se encaprichó de la belleza de María Calderón, y la tuvo durante algún tiempo por su amante favorita, a la que incluso reservó balcón de privilegio en el teatro de comedias en el que, por algún tiempo, estuvo convertida la grandiosa Plaza Mayor de Madrid.

   Y cuenta la historia que en María Calderón procreó el Rey Felipe a dos hijos, hembra y varón, y que al hijo, don Juan José de Austria, fue a uno de los dos de que antes hablábamos, que el Rey reconoció; el otro fue don Alonso Henríquez de Santo Tomás, habido en Constanza de Ribera y Orozco, aunque este rechazó el reconocimiento y se quedó tal cual estaba.

   Y, cosa de los tiempos, la mayoría de hijos, e hijas, no reconocidos, no tuvieron más remedio que, para purgar el pegado de sus padres, entrar en un convento. Las amantes también. Como forma de apartarlas del mundo del cotilleo y mala fama a que lleva el haber compartido cama real.

   Tal sucedió con María Inés Calderón, sin que lleguemos nunca a conocer si fue por su voluntad, o sugerencia de alguien de la corte, su ingreso en el Monasterio Benedictino de Valfermoso. Es el caso que aquí llegó, junto a su hija; poniéndose la fecha del 29 de marzo de 1642, cuando María Inés contaba con apenas treinta años de edad, puesto que había nacido en el Madrid de 1611. Llegó, se cuenta, que para ejercer en él de abadesa y llevar una vida digna de su rango. Dedicándose sin duda a la oración. El hijo que le dio derecho a ingresar en la clausura y regir el convento, don Juan José de Austria, le nació el 17 de abril de 1629.

   Poco más se conoce de sus quehaceres diarios, puesto que, una vez entre sus muros, el silencio apagó su vida pasada. Lo que no sucedería con el Serenísimo Príncipe don Juan José de Austria, su hijo, que conspiró cuantas veces pudo, con el fin de poder llevar sobre su cabeza la corona real que dejase su padre al morir. Cosa que a punto estuvo de lograr.

   María Calderón fue abadesa del convento en los últimos años de la década de 1640, como reconoció quien fuese obispo de Sigüenza, Fr. Pedro de Tapia, quien dejó escrito lo de que la madre de don Juan de Austria fue abadesa y dejó su oficio.

   Con ella viajó hasta el valle de Utande, según cuentas, uno de los retratos, quizá el único y veraz de ella conocido, que la fama ha puesto bajo el pincel del genio de Diego de Velázquez, lienzo que, durante años, colgó de las paredes del claustro hasta que la desdicha lo desvaneció; pues también se cuenta que, día a día, una de las novicias, a su paso, se postraba ante él, creyéndolo de abadesa digna de figurar en los altares hasta que alguien la abrió los ojos para decirla que no, que aquella fue una simple comedianta; comedianta y pecadora.

   Tres siglos habían pasado desde que se apagase la vida de María Calderón en el claustro, y el olvido hizo lo demás. La novicia, la noche de marras, destruyó el lienzo, perdiéndose parte de la historia de nuestra dama.

   Otro cronista, don Antonio Pareja Serrada, nos dejó dicho que: Quien conoció esta pintura recuerda que aparecía con el rostro algo largo, labios gruesos, rubia de color, ojos azules, no de gran belleza y con el peto del vestido cubierto de pedrería…

  

 Tomás Gismera Velasco/ Guadalajara en la Memoria/ Periódico Nueva Alcarria/ Guadalajara, 26 de enero de 2024

 

 


El libro de Valfermoso de las Monjas pulsando aquí

Más sobre Valfermoso, pulsando aquí